BUENOS AIRES — El clima futbolero se quebró abruptamente la noche del miércoles 20 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, Argentina, cuando al inicio del segundo tiempo se desató una espiral de violencia en las tribunas del Estadio Libertadores de América. El partido, que iba empatado 1-1 (con ventaja global para Universidad de Chile), se convirtió en una pesadilla. Hinchas visitantes arrojaron asientos, botellas y bengalas desde la tribuna alta, provocando una escalada brutal.
La intervención fue tardía y deficiente; la seguridad no contuvo los enfrentamientos, lo que permitió que barras locales invadieran el sector visitante de las gradas y desataran una brutal agresión a los pocos hinchas chilenos que aún permanecían. Se registraron golpes, desnudamientos, agresiones con palos y una desgarradora escena de seguidores cayendo al vacío, incluidos algunos heridos de gravedad.

El árbitro uruguayo Gustavo Tejera, al constatar el vuelco a un escenario violento sin control, suspendió el partido en el minuto 48. La CONMEBOL canceló el encuentro y anunció sanciones severas, incluyendo la posible exclusión de ambos equipos de futuras competiciones, además de la prohibición de utilizar el estadio por tiempo indefinido.
Las cifras oficiales reflejan la magnitud de la tragedia: 19 heridos, entre ellos uno en estado crítico, y más de 100 personas detenidas, principalmente hinchas chilenos, muchos de los cuales ya habían sido liberados la mañana del viernes 22.
El presidente Gabriel Boric expresó enérgicamente su condena: “Esto está mal en demasiados sentidos… nada justifica un linchamiento”. El gobierno chileno activó canales diplomáticos y desplegó al ministro del Interior para acompañar a los afectados y garantizar sus derechos.
Con información e imágenes de:
Diario AS
ElHuffPost
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